lunes, 18 de octubre de 2010

La distancia y el amor tienen esa costumbre...

No fue la incertidumbre, tampoco la inseguridad lo que me generó sentirlo más lejos que nunca durante tres días, si no verme envuelta en la monotonía que arrastra el estar sola. Me sentía el fiel reflejo de ese ser que no quiero ser, que gracias a él no voy a volver a ver. Entonces fue en el quiebre del llanto donde pude reconocer que solo confío en su voz, solo le creo a esa única voz que me devolvió la paz y me hizo recuperar el eje con solo escucharlo y saber que todo estaba bien. El me amaba del otro lado, y aunque el llanto no me dejaba emitir palabra, yo también lo amaba y estaba ahí para él. Desnuda no de cuerpo, si no de alma. Mostrándole cuan jodidos son los días sin su voz. Y en ese instante aprendí a decir ya sin hablar que soy suya, ni más ni menos...